Fuente: https://elpais.com/
Dos revisiones científicas publicadas en ‘Science’ alertan del deterioro acelerado de este bosque tropical clave para la biodiversidad y el clima del planeta.
La situación de la selva amazónica es crítica. Aunque por lo general se suele graduar la alarma en torno a este bosque tropical clave para la biodiversidad y el clima del planeta en función de las cifras de deforestación, un equipo internacional de investigadores ha calculado ahora que más de un tercio de la Amazonia que queda sin deforestar está degradada por sequías, incendios u otros efectos relacionados con las actividades humanas. Este es uno de los dos estudios publicados esta semana en la revista Science que actualizan los conocimientos científicos sobre el estado actual de la selva amazónica, ambos con unas conclusiones preocupantes.
Este primer trabajo, realizado por una treintena de científicos de la Universidad de Lancaster, en el Reino Unido, y de diferentes instituciones brasileñas, como la Universidad Estatal de Campinas, el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM) o el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), no se fija en la parte de la Amazonia que se ha quedado sin árboles, sino en la que se sigue manteniendo como selva.
Esta degradación ocurre por el efecto frontera con las áreas ya deforestadas, las talas selectivas, los incendios o las sequías extremas, que los investigadores aseguran que se están intensificando por el cambio climático provocado por la especie humana. Aunque en este caso el bosque no desaparece, su deterioro tiene unos efectos sobre el ciclo del carbono, el funcionamiento de los ecosistemas y los medios de subsistencia de las poblaciones locales de los que ahora empieza a entenderse su especial relevancia. Así, por ejemplo, según las estimaciones de los científicos, estas perturbaciones en la Amazonia sin deforestar generan unas emisiones de carbono de entre 0,05 y 0,20 Pg (petagramos) de carbono al año (un petagramo equivale a una gigatonelada, es decir, a mil millones de toneladas), una cantidad comparable a la que causa la deforestación de forma anual.
Como señala David M. Lapola, investigador del Laboratorio de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad Estatal de Campinas y autor principal del trabajo, “esto no significa que no se deba poner el foco en la deforestación, especialmente después de que haya vuelto a aumentar en el último año, pero nuestra revisión muestra que hay otros procesos importantes en curso que en su mayoría se han pasado por alto hasta ahora”.
Aunque el trabajo muestra la magnitud de la actual degradación de la selva tropical no deforestada, los investigadores inciden en que la deforestación también contribuye a agravar este fenómeno, ya sea directamente, al exponer los bordes del bosque al microclima más cálido de los campos abiertos, o, indirectamente, provocando que los incendios sean más probables o que resulte más fácil penetrar en la selva para llevar a cabo talas.