En la foto: La Hermana Lisette del Carmen Escárate Ramos en medio de Misioneras Lauritas durante los Ejercicios Espirituales en Anolaima, enero 2023.
Fuente: www.consolataamerica.org
Por Salvador Medina*
La Hermana Lisette del Carmen Escárate Ramos, desde hace 14 años consagrada a la misión de hacer vida y servicio las “obras de misericordia” a través del Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, especialmente en el campo de la Educación y de la Salud.
¿Por qué razón aparece Usted con las Misioneras Lauritas?
Pues, mire le cuento: “desde muy joven, allá en Chile, de donde soy oriunda, Dios se me hizo encontradizo en la misión. Ahí descubrí el llamado que Él me hacía. Por eso el deseo de ser misionera está muy vivo en mí, pues fue en la misión en donde descubrí, muchas veces, el rostro de Dios.
Cuando en el año 2022, en plena pandemia, vi un video promocional de la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) en donde se invitaba a formar parte de un proyecto eclesial, nacido como respuesta al Sínodo de la Amazonía, denominado REIBA (Red de Educación Intercultural Bilingüe Amazónica), me sorprendí al pensar que el Espíritu de Dios no se inmoviliza y menos aún se queda varado, pues pese a ser un tiempo tan restringido por la COVID 19, la Iglesia buscó salir a dar respuesta ahí donde la vida clama.
Percibí cómo Dios se vale creativamente de diversos medios para cumplir sus promesas y, sin casi darme cuenta, me abrió paso para formar parte de este sueño eclesial, lo que me desafió a salid de la comodidad de lo conocido e ir, en confianza junto a Él, a construir junto a otros algo nuevo”.
Esta fue la razón que condujo a la Hermana Lisette, educadora chilena de origen y miembro de la Congregación Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, hasta el Vicariato Apostólico de Inírida, en la selva amazónica colombiana, a vivir y trabajar, como voluntaria junto con las Hermanas misioneras de la Madre Laura, en la comunidad indígena Sarrapia, ubicada en el sector Matavén Fruta del Resguardo de la Selva de Matavén, en el municipio de Cumaribo (Vichada – Colombia), a unas 12 horas de la cabecera municipal. Para llegar allí es necesario viajar por tierra cerca 7 horas hasta la inspección de Santa Rita y luego navegar otras cinco horas más a través de los ríos Vichada y Orinoco y el caño Fruta.
Una múltiple salida misionera, más allá de varías fronteras: la geográfica, de un país a otro; la congregacional, de una Congregación a otra; la socio cultural, de colegios y hospitales en las ciudades, a la selva, entre ríos, con indígenas Piaroba, Mestizos, Yerales; de la lengua española a lenguas y lenguajes de otros pueblos, expresión de cosmovisiones diferentes.
En misión con otros
El Espíritu Santo “me guio a vivir la intercongregacionalidad, ayudándome a descubrir el maravilloso carisma de las “Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena” (Lauritas). Además, me llevó a redescubrir la riqueza de mi propio carisma y mi identidad como Hija de la Misericordia.
Resulté ser una de las primeras voluntarias de REIBA, que de Chile se trasladó a la selva colombiana, por dos años, para vivir con la comunidad Sarrapia, junto con las hermanas lauritas. Un giro copernicano en mi vida, un aprender a seguir aprendiendo, una tremenda escuela. Como voluntarios/as no buscamos llevar algo nuevo, deseamos ser un apoyo a procesos ya emprendidos, donde la Educación propia se fortalezca, valorando y potenciando la propia cultura de los pueblos.
Han pasado casi dos años de esta hermosa experiencia vivida en fraternidad, donde Dios ha cumplido su promesa del ciento por uno y más. Donde hice de esta tierra mi hogar y en donde se me regalaron nuevos lazos de hermandad”.
¿Y, ahora qué?
“Ahora el camino sigue y si bien el desafío es seguir acompañando y siendo parte de este sueño eclesial, ahora lo haré en y desde Manaos (Brasil). Les puedo decir que me siento en paz y confiada en Dios. Pues no me hago mucho “caldo de cabeza”, es decir que no pienso mucho en lo difícil o fácil de lo que se viene en un futuro próximo, pues sé que todo lo vivido hasta el momento ha sido escuela para lo que va a venir. Ahí se haya la confianza en Dios, en que Él es compañero constante del camino”.
Así se abren nuevos procesos misioneros sinodales, intercongregaciones, interculturales, intermisionales y eclesiales, de comunión y participación. Todos/as agradecidos/as, las Lauritas y las Hijas de la Misericordia, los indígenas colombianos y los hermanos chilenos. “Mientras cerramos casas, dice una laurita, abrimos nuevas formas de vida y misión”.
El Dios de la misión sigue haciendo camino y nosotros continuamos viendo, anunciando y revelando su gloria a todos los pueblos.
¡Es Epifanía, 6 de enero de 2023!
* P. Salvador Medina, Misionero de la Consolata en Colombia